sábado, 16 de febrero de 2008

Elegia del Callejero rescatado

Esto me llego por el correo de parte de Zulay, de la Red de Apoyo Canino, gracias Zulay por tan conmovedor relato.


No era un cachorro cuando llegué a tu casa; me dejaron abandonado en el camino, destinado a vagabundear. No recuerdo a las personas, sólo el dolor.

Me dejaron para morir en el frío y la lluvia. Manejabas por el camino; era tarde en la noche cuando viste un débil brillo de luz. Bajaste del auto y te arrodillaste en el piso.

Mi cuerpo tembloroso sintió la más gentil de las manos. Supe que no necesitaba hacer ninguna demanda. En tu corazón, en tu hogar, siempre hubo lugar para aquellos que enfrentaban una muerte segura. Curaste mi cuerpo y también mis heridas. Me diste lo que necesitaba: un nuevo comienzo.


Cuando lloraba a la noche, siempre estabas ahí, con palabras suaves, un beso, un abrazo para compartir. Cuando me portaba mal, sólo me mostraste amor.

Me cuidaste y me amaste en la salud y en la enfermedad. Incluso cuando tenías un mal día y estabas cansado venías a casa y me decías: Te extrañé, estoy feliz de regresar. Entonces me besabas, me dabas un abrazo y una caricia.

Teníamos una cena agradable y luego íbamos a jugar. Había tanto amor que por siempre me quería quedar.

Pero mis ojos se marchitaron y mi corazón se debilitó. Al tiempo que mi hora se acercaba no podías hablar. Me abrazaste fuerte y las lágrimas salían de tus ojos.

Teníamos que decirnos el triste adiós. No podíamos pasar más tiempo en esta tierra, corriendo en los campos, jugando a la pelotas entrándonos silenciosamente al terminar.

Pero nuestro tiempo junto no ha finalizado. Estaré esperando por ti al final del puente del arco iris. Estaré ahí hasta que nuevamente vea esas manos gentiles.

Correré hacia ti con la cola en alto y nunca más tendremos que decirnos adiós.

Mi amor no termina con la muerte, porque tu eres en verdad el mejor amigo del perro.

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